01. Me quedé quieto y todo se empezó a mover. El
Tiempo era un vehículo con infinitas ventanas, la superposición de todas las
perspectivas posibles. La Tierra me tragó, mi cuerpo físico de deshizo y de
repente estuve frente a un Sol. Abajo era igual que arriba a la vez. Pude ver
un atisbo del imposible Observador absoluto. Incontables formas y seres
danzaban a su alrededor, jugando eternamente El Juego del Tiempo. Cada historia
era un camino que conducía hacia la Luz. Observar cada surco era vivir ese
sendero. Amar esos dolores y sinsabores del Oxímoron. Las almas todas estaban
conectadas a este Amor Sabia-mente que emanaba calor frío. En los parajes de su
Silencio aprecié que cada respuesta dirigía hacia otra pregunta, en un bucle
interminable. Es inherente a la mente dualista, por siempre duelista, aunque absurda-mente lista.
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